21 de julio 2013
Phuket, Tailandia
Llegamos sanos y salvos a Phuket,
Tailandia, luego de un inesperada parada en Singapur. Habíamos reservado para el vuelo de las ocho
de la mañana Singapur-Phuket. Pero
luego del check-in, nos dijeron que habíamos reservado para el vuelo de las seis
de la mañana. Aún cuando mostramos la
prueba de nuestras reservas, dijeron que teníamos que pagar otros 200
dólares. La razón fue haber hecho la
transacción a través de una agencia y no directamente a través de
Tiger-Air.
Para aprovechar el tiempo tomamos el tren para explorar un poco en
Singapur. Me pareció una ciudad
interesante con bastante arte y edificios de formas raras. Cuando salíamos fuera de los subways,
mirábamos al cielo, como si fuera a aterrizar un UFO. Encontramos un sueño de marinero—un barco en
el cielo, en el nivel 57 para ser exacta.
Encima de tres edificios se hallaba un barco. No pudimos resistir darle una mirada más
cercana y nos dirigimos al nivel 57, donde encontramos una piscina en el último
piso, que parecía que se desbordaba fuera del edificio. Una vista espectacular. Pero pronto nos enviaron abajo, ya que estaba
destinado para los huéspedes del hotel y no para mochileros gitanos, sin
zapatos y de apariencia pobre. De todas
maneras, pasamos muy bien quince horas antes de llegar a Phuket de noche, y encontrarnos con el amigo de Dan,
quién trabaja en su bote en el puerto deportivo no lejos del aeropuerto. Empezamos a caminar hacia ahí y luego de unas
cuantas jaladas en pick-ups, llegamos en la oscuridad en busca del Queen
Tala.
El Queen Tala es un velero, ketch de fierro
y cemento de 52 pies, con una montaña de trabajo antes de considerarlo apto
para el mar. Hemos estado trabajando
casi sin parar en el bote para alistarlo para un viaje de prueba. Hemos reemplazado el bowsprit y limpiado el fondo
por completo, lo que significaba remover diez centímetros de coral a todo lo
largo.
Un día
fuimos a navegar a una isla en un velero Jeaneau con una familia que conocimos
aquí y que vive en su bote. Cuando
anclamos en frente de una hermosa isla, Dan y yo sacamos nuestra hamaca y lo
colgamos en un árbol que ha logrado crecer
con sus pies bajo el agua.
Pasamos la siguiente mañana explorando el corazón salvaje de la isla y
lo pasamos bien a bordo, luego, antes de retornar navegando. Nos ganamos la confianza de los dueños, de
manera que nos han ofrecido prestarnos su bote por un par de días. NUNCA me puedo negar a navegar en Tailandia y
estar al mando de un bote. Estoy ansiosa
de estar de nuevo en el agua y de navegar en barco. Me siento de nuevo completamente en mi
elemento, viviendo en un puerto deportivo y trabajando en barcos en el calor húmedo
de un nuevo lugar a explorar.
Laura