domingo

A bordo del Winddancer!

28 de noviembre 2013-

Regresé a casa y a Guppy hace un mes y no pasó mucho, antes que me embarcara de nuevo.  Se contactaron conmigo George y Ellen desde el Winddancer, un bote en el que los conocí en Sudáfrica.  Me dijeron que estaban en Raiatea (cerca de Tahití) con un motor no tan bueno y que les gustaría que yo les acompañara para un viaje de 2,400 millas náuticas  a través de Nueva Zelandia.  Al mismo tiempo tuve otra oferta para navegar en un catamarán grande, pero lo dejé ir, ya que me sentí más conectada con Ellen y George de Winddancer. Reservé un vuelo el mismo día y en menos de 48 horas había aterrizado en Raiatea. 

Goerge construyó el Winddancer hace 25 años y en él ha navegado por todo el mundo. Nos aprovisionamos y traté de conocer el bote mejor, antes de partir al día siguiente. La primera semana unos vientos fuertes nos empujaban a 6.5 nudos a través de las aguas claras.  ¡Qué hermosa sensación de estar en el océano de nuevo¡  Luego de pasar por las Islas Cook, nos dirigimos hacia el sur, aún con buenos vientos pero el aire empezó a enfriarse.  Durante días no vimos otra cosa que un azul inacabable, ni siquiera aves o pescados.  Empezaba a preguntarme qué había sucedido con todas las hermosas criaturas que había visto antes, cuando un grupo de delfines enormes nos rodeó y jugaron con Winddancer por una hora. 

Un par de días después llegamos a las Islas Kermadec y los días se tornaron  grises, las olas crecían y se lanzaban contra nosotros.  La semana siguiente nos encontramos con vientos de 2-25 nudos, empujándonos más de lo que queríamos hacia el sur.  Las noches eran frías, pero George y Ellen que no son exactamente las gentes más jóvenes tenían un excelente ánimo.  Ellen nos siguió sirviendo comidas deliciosas, aún cuando el piso se había convertido en pared y era atacada de todas partes.  Y George, quién ya es septuagenario, acortaba las velas en los arrecifes como si fuera un mozo.  Aprendí a tener mucho respeto por estas dos personas y me alegré tanto de estar con ellos dos, en vez de en un gran catamarán. 

Finalmente, se calmaron los vientos y olas, permitiéndonos navegar en línea recta hacia Nueva Zelandia, lo que fue una verdadera bendición.  Una vez que las olas dejaron de molestarnos, la naturaleza nos recompensó.  Sólo nos tomó un día para olvidar las olas pegándonos en las caras y los vientos manteniéndonos ocupados con las velas.  Vimos albatroses volando en círculos alrededor del bote durante dos días, y dos pequeñas aves nos siguieron por lo menos durante cuatro días antes de explorar otros horizontes.  Pero lo mejor fueron las ballenas que aparecieron junto al Winddancer, nadando gentilmente en la misma ruta, sin darse cuenta que nosotros estábamos ahí.  Avanzábamos con lentitud hacia Nueva Zelandia, aún usando las velas, porque no queríamos malograr el motor que ya se estaba asfixiando.  Dieciocho días después que dejamos Raiatea, avistamos Nueva Zelandia, las mismas islas y las mismas cabezas que yo vi cuando vine a Nueva Zelandia el año pasado con Guppy.  Ahora no teníamos olas rompientes y tampoco 40 nudos de viento.  En vez de eso, observamos las pobres Islas  Knights y la Gran Barrera crecer hasta que pudimos ver la cabeza de Bream y la línea costera de Nueva Zelandia.  Arribamos a medianoche, y tuvimos unas pocas horas de sueño antes de hacer los trámites aduaneros y continuar por el río con casi nada de viento y con el motor a 2 kn (millas náuticas).  No tenía prisa, ni tampoco ellos.  Nos divertimos mirando alrededor, especialmente les gustó a George y Ellen, ya que la última vez que lo hicieron fue en el año 2001.  Un par de días después manejé hasta Auckland para recoger en el el aeropuerto a Daniel, que se quedó un poco más en Europa.  Su hermano también vino luego de viajar por un tiempo en Australia.  Ahora le estamos haciendo pasear, mientras disfrutamos del verano tibio.
 Laura