lunes

Cuatro muchachos en busca de aventura!



13 de enero 2014

Antes que nada, les deseo a todos un Feliz Año 2014!

Como la vida me mantuvo ocupada con cosas interesantes, no tuve mucha oportunidad de escribir los meses pasados.  En noviembre, Robert (hermano de Daniel) vino a Nueva Zelandia.  Trabajamos en un catamarán grande en Auckland, y después seguimos dando mantenimiento a Guppy para viajar un poco. No nos alejamos mucho porque hay sitios hermosos por aquí.  Anclamos en Hen and Chickens, un grupo de islas a pocas millas de la costa.  Es fantástico hacer snorkel ahí, pero como está prohibido ir a la playa, nos aburrimos y continuamos hasta la gran barrera donde encontramos una bahía bella, sin ningún tipo de botes en el atracadero, lo que nos sorprendió porque estamos en plena temporada de cruceros.  Descubrimos por qué no habían otros barcos ahí.  El piso donde anclar era terrible, parecía que el ancla no estaba ahí, seguimos intentando en diferentes lugares, y nos trasladamos a otra bahía hasta que sentimos que el ancla si se fijaba.  Pusimos una segunda ancla por seguridad, y luego remamos hasta la orilla de una hermosa playa desierta, donde colgaban cuerdas y columpios de las ramas de gruesos y fuertes árboles, pero parecía no haber nadie-- un paraíso perfecto para chicos grandes.

Pero eso sólo fue el comienzo de la diversión.

Finalmente pude hacerle pasear a mi hermanita Kim por Nueva Zelandia, y le invité a mi vida aquí.  En sus vacaciones de navidad, vino para disfrutar del verano de Nueva Zelandia.  Después que llegamos a Whangarei con Guppy, manejé hasta Auckland para recoger a Kim en el aeropuerto.  Mi hermanita de 15 años voló desde Holanda hasta Nueva Zelandia y luego de un viaje largo de 29 horas, cambiando de aviones, nos abrazamos en el aeropuerto.  Manejamos dos horas hasta Whangarei de noche. Es lindo manejar aquí, porque no hay tráfico de noche.  Vimos siete autos en la carretera.
Kim se tuvo que acostumbrar del invierno al verano, y fuimos a explorar unas cuevas en el norte.  A bordo de Guppy nos alojábamos cuatro personas, atiborrados pero era divertido.  Kim es la primera de mi familia en visitarme en Nueva Zelandia, porque es tan lejos y caro llegar hasta aquí.  Le hice conocer mi forma de vida y recibí muchas sonrisas.  Le hice pasear en Whangarei y la llevé para hacer paragliding (parapente) en un avión con Bernie, el mismo chico que el año pasado me llevó volando a través de Northland en su pequeña avioneta.  Para ambas fue primera vez esto del parapente, y realmente fue una experiencia fantástica.  Sin sonidos de un motor rugiente, sólo el viento, el cielo, las nubes y tú mismo.  Tienes que mirar constantemente las nubes para encontrar el mejor lifting.  Similar a la navegación, sólo usas sistemas de aire comprimido para transportarte.  Y cuando no puedes encontrar una buena nube que te pueda elevar, no es problema, porque se puede aterrizar en cualquier dehesa suficientemente larga. Y tenemos muchas dehesas en Nueva Zelandia. 

Un par de días después de la llegada de Kim era la Navidad y pasamos la fiesta en casa de Ellen y George, junto con otros amigos navegantes.  Ahora que mi hermana estaba conmigo tenía que enseñarle más de Nueva Zelandia, así que empacamos la tabla hawaiana, la guitarra, el dingy y todas nuestras cosas en Joy (camioneta) y nos dirigimos hacia el sur, tomando turnos al manejar, llegamos en cinco horas hasta Rotorua en una noche.  Al llegar, ninguno de nosotros tenía ganas de armar la tienda, y terminamos durmiendo en el auto, los cuatro.   Como Kim es pequeña y ligera parecíamos tres personas.  Todos estábamos cansados, y nos quedamos dormidos casi de inmediato.  De esta manera dormimos con frecuencia en el auto, ya que nuestra tienda de campaña no era tan resistente al agua como pensábamos.  En Rotorua enseñamos a Kim y Bobby la tierra burbujeante y vaporosa de la madre tierra.  A Kim le encantó pero el olor le pareció  insoportable y se preguntó por qué toda esta gente quisiera vivir en las ventosidades de la madre tierra.  Así que la llevamos a nadar en algunos ríos calientes cercanos, y creo que fue una buena respuesta.  He estado en esta zona tres veces y sigo encontrándola maravillosa por su belleza misteriosa.  Manejando a lo largo de la carretera en Rotorua podíamos ver los desprendimientos vaporosos que salen entre los árboles por dónde hay un río caliente.  Más adelante, hacia el sur, estábamos rodeados de montañas tan verdes que parecían haber  salido directamente de un cuento de hadas.  Nos dirigimos hacia Taupo y nos quedamos en un lugar estupendo cerca al río.  También encontramos una pequeña cueva cerca de una catarata a la que trepamos. Después de disfrutar de las aguas calientes por un par de días, era tiempo de algo de acción.  Decidimos subir a la montaña más alta de North Island, el Monte Ruapehu, 2,800 m.  Ninguno de nosotros tenía buenos zapatos de montaña y lo mejor que teníamos Kim y yo eran sandalias.  Empezamos la subida sólo con la idea de saber cuánto podíamos llegar.  El reto empezó con una caminata sobre unas piedras enormes, rocas negras la mayoría, confiriendo al paisaje un tono de muerte y de carbón.  En la subida pudimos ver colores marrón y rojo y unos cuantas manchitas verdes de hierba tiesa y florcillas.  A la mitad, encontramos las primeras nieves.  Felizmente el suelo estaba duro y pudimos caminar encima sin que la nieve entrara en nuestras medias.  Llegamos al siguiente roquedal, esta vez, pequeñas rocas pero más empinado, y con un buen panorama.  La última parte estaba más empinada, intentamos avanzar poco a poco hasta no poder subir más, hasta que nos paramos en una saliente. Como no había ninguna nube, la vista era espectacular:  pudimos ver el monte Taranaki y el oscuro Volcán Ngauruhoe.  Ya que empezó a soplar un viento helado que llegaba a la cumbre, nos dispusimos a bajar.  Eso fue lo mejor de toda la aventura, porque sentados, iniciamos el descenso resbalando,  hacía un poco de frío, pero eso nos llevó rápido de regreso al auto. 

Dos días después, Bobby nos dejó para continuar su viaje en algún lugar en el mundo.  Así que quedamos sólo tres.  Mirando el mapa escogimos el lugar más remoto, Eastland.  Dispuestos a nuevas aventuras, cruzamos hasta un lugar donde vive poca gente, excepto Maori’s.   Manejamos pasando por una línea costera de playas arenosas silvestres, de ríos, luego de arrecifes y de acantilados, vimos Maori’s pescando y cazando.  En los arrecifes buscamos unas conchas y orejas de mar.  Sosteniendo con fuerza las tablas hawaianas, saltamos en las olas un par de veces, pero Kim se dio un golpe con la quilla de la tabla y fue doloroso para ella.  Sin embargo, pudo coger unas buenas olas.  Tendrá que regresar para poder pararse en la tabla. 

Para el Año Nuevo, nos detuvimos cerca de un río claro en la costa este.  Con el pequeño dinghy lo cruzamos a remo, y caminamos un poco.  Hicimos una hermosa fogata con una noche estrellada magnífica como techo, asamos algo de carne y lo pasamos muy bien.  Le mostramos a Kim algunos árboles enormes kauri y algunas playas bonitas, lo pasamos juntas de lo mejor.  Pronto llegó el tiempo que Kim tenía que regresar y hacer un largo viaje en avión hasta Holanda, porque su colegio empezará pronto. 

Todos los visitantes se han ido y la vida “normal” de Guppy continúa.  Bueno, normal es un término indefinido, especialmente porque yo no he encontrado aún qué es una vida normal.   Mejor lo llamaré una nueva etapa en la vida de Guppy.

Laura