Laura Dekker (19 ) se casó en Nueva Zelandia con Daniel Taelman (31), de nacionalidad alemana el 28 de marzo de 2015. Ambos tienen una relación desde el año 2013. Que el novio sea 12 años mayor que ella, no le interesa a Laura, quien afirma que se lleva mejor con gente mayor. Ambos se casaron en las montañas de Nueva Zelandia, con sol, música, flores y ambos con los pies desnudos.
Las siguientes fotos las he conseguido en los medios:
domingo
BODA DE LAURA DEKKER
9 de mayo 2015
El mes pasado tomé la decisión mas grande de mi vida. Junto con varios amigos y la familia de
Daniel y la mía, celebramos la promesa que Daniel y yo nos hemos hecho. Una promesa de amor en un día hermosamente
soleado. El pronóstico estuvo amenazando
con una semana de lluvia, pero ESE día no pudo ser mejor. Algunas nubes difuminaron la luz en el
firmamento en la mañana, pero luego se esfumaron dejando un día azul y soleado.
Nuestra LUNA DE MIEL la pasamos a bordo de nuestro romántico Guppy, junto
con otros amigos y familia que vinieron y se quedaron después de la boda. Así que este evento hizo que mi padre y mi
madre vinieran a Nueva Zelandia. Se
alegraron de ver viejos amigos y surgieron memorias de los viejos tiempos. Casi no puedo describir en palabras cuán
hermoso fue, mi corazón saltó de alegría al ver a toda esta gente que significó
tanto para nosotros: juntos y divirtiéndose.
Me encantó ver a mi padre a bordo de Guppy, sin tener que trabajar todo
el tiempo y corriendo de un lugar a otro.
Fue un día loco y agitado, pero también hermoso.
Una semana después de la salida de nuestros
visitantes, viajé de Bluff hasta Whangarei en un catamarán Wharram. Un viaje interesante. Lia Ditton y su pareja,
Gerard, estuvieron en su bote trabajando en él.
No pude llegar antes debido a una presentación la noche anterior en Warkorth, así que tuve que confiar en que
todo estaría bien con el bote. Al dia
siguiente temprano salimos con un fuerte marea.
Sytze, dueño y constructor del Anam Cara nos observaba desde la playa
dentro de su auto. Afuera en la entrada
del puerto, empecé a subir las velas, intenté, pero sin éxito. Sólo subían unos cuantos metros. Me pareció extraño. Dejé las velas para investigar, mientras el
bote Anam Cara se mecía como loco. Las
olas crecían delante de nosotros.
Eventualmente me colgué de las sogas mientras Gerard jalaba de la otra soga, finalmente subimos las velas
una hora mas tarde. Horas después,
escuché unos ruidos preocupantes, mientras Lia estaba de turno. El palo de mesana estaba moviéndose
salvajemente. El nuevo aparejo –hecho de
sogas – se había apretado tanto que el mástil tenía suficiente libertad como
para bailar un tango. Mientras yo estaba
detrás del timón, Lia y Gerard apretaron bien
el aparejo en el mar
confundido. Al anochecer el viento se
volteó hacia nuestras narices. En la
mañana el bote había adelantado una buena distancia, pero poco en relación al objetivo.
Los vientos seguían en nuestras narices,
luego aumentaron y se detuvieron. De los
siguientes cuatro días, dos de ellos estuvimos flotando delante de
Dunedin. En la cuarta noche, los vientos
se avivaron hasta correr 20 nudos pero del norte, lo que nos de regreso al golpeteo
de las olas. Nos fue difícil mantener el bote en curso debido a las olas. Cuando terminé mi turno, escuché a Lia
corriente en la cubierta. Encendió el
motor, pero éste no quería funcionar.
Alguna falla con la batería. Me
puse mi equipo de navegar y fui a inspeccionar.
Los bloques en el palo de mesana se habían roto y salido de sus
lugares. El aparejo se había soltado de nuevo. El Anam Cara emitía gemidos y eso nos
preocupaba. Decidimos voltear hacia
Dunedin. Al dia siguiente conversé con
Daniel en el teléfono y me dijo que un carro lo había atropellado en el camino,
o que el chocó con el auto—eso pensó él, jaja.
Ese chiste le costó un golpe en la cabeza, moretones y articulaciones
adoloridas. Felizmente George y Ellen se
encargaron cariñosamente de cuidarle luego que fue llevado al hospital. Y por supuesto, no me quedó otra cosa que
regresar y cuidarle. Así, que apenas arribamos, reservé un vuelo para la
mañana siguiente y empaqué mis cosas.
Ese es el fin de la aventura. Pero las nuevas aventuras no se hacen esperar
y no están lejos, como que mi vuelo se demoró dos horas, y perdí la conexión de
bus de Auckland hasta Whangarei. Empecé
a preguntar a la gente que pagaba sus tickets en el parking, si había alguien
que me podía llevar hacia el norte.
Poner ojos de puppy ayuda en estos casos, pero lo que no ayudó fue lucir
como un rudo marinero con pantalones térmicos, botas de goma y una casaca de
navegar salada y sucia, sosteniendo una bolsa vieja de color gris. No sé exactamente qué habrá pensado la
gente. Pero ayuda vivir en un país de
navegantes, porque una hora después una señora que iba en dirección a Warkworth
decidió llevarme. Mientras manejaba le
expliqué mi situación y no le tomó mucho averiguar quién era.
Laura
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