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Sola por el mundo - Laura Dekker


Laura Dekker desea darse la vuelta por el mundo en un velero, durante dos años. Dice que nació en un bote y desde niña ha estado en el agua, viajando con sus padres. Esta noticia ha remecido a Holanda porque Laura tiene sólo 13 años. Sus padres la apoyan en su proyecto. Un viaje así debe ser fantástico: observar las maravillas de la creación marina, las miles de variedades de peces y de seres que pueblan los mares, deleitarse con las puestas de sol, el firmamento, contar las estrellas y observar las constelaciones, además de conocer tierras y gentes exóticas.

Los peligros del viaje en velero: chocar con otros barcos o extraviar la ruta, mientras se toma una siesta,ya que no hay alguien más con quien turnarse. La quietud del viento es una de las cosas más horribles para el que viaja solo. Con el viento el bote está estable, pero sin viento, se mece al son de las olas, y no se puede avanzar. Se sabe el caso de un chico que no podía acercarse a una isla y estaba tan desesperado que prendió fuego a su velero para que vengan a rescatarlo. Un experimentado navegante dijo que la posibilidad de colisionar contra un carguero es de una en 7.5 millones, sin embargo a él le ocurrió cuatro veces, y la última le fue fatal. Dormir es lo más difícil para el viajero. No puede darse el lujo de dormir seis horas seguidas, existe gran chance de un choque. Hay que dormir una horita aquí y otra allá, o tal vez menos. El bioritmo se altera. Los navegantes sufren de mareos y éstos pueden empeorar con el stress. Algunos desesperados se lanzan al agua. Las tormentas pueden ocasionar grandes calamidades. Un marino despertó después de una, en medio de un charco de sangre y con un hueco en la cabeza, el mástil se había desprendido. Al navegar por Colón (Panamá) en las noches se escuchan los disparos de las bandas criminales. En Somalia e Indonesia hay piratas además de tiburones.

Hay quienes opinan que hay que dejar que los chicos descubran sus propias limitaciones y que no hay que protegerlos demasiado. Hace doscientos años los chicos en Europa se iban de casa para aprender un oficio a los once y doce años. Como Laura ha nacido en el mar y ha navegado gran parte de su vida, considera el mar como su casa. Por eso no tiene temor y ve este viaje como una aventura. Promete estudiar en su tiempo libre y rendir sus exámenes al regreso. Es cuestión de perspectiva. Sin embargo hay muchas críticas también de las organizaciones religiosas y de protección a los menores.

1 comentario:

israel lopez dijo...

que loco lo que haces,, bien por ti , espero que todo lo que te propongas te salga bien
hablas español..¿¿?? saludos desde peru, chau