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La historia de la niña navegante: Laura Dekker (1)


Dick Dekker, el padre de Laura, desde muy joven sintió fascinación por la navegación y la construcción de botes, y en base a sus anotaciones y dibujos se construyó un navío que le bautizó con el nombre de “Diario”.  Dick estuvo en amores con una alemana, Babs Muller, quien consintió en casarse y acompañarle a dar una vuelta por los mares del mundo en el flamante yate de 12.5 m. de eslora, provisto de dos mástiles.  Una verdadera aventura para la pareja: cuando se terminaba el dinero, Dick se dedicaba a trabajar como técnico en el mantenimiento de otras embarcaciones y Babs, con inclinaciones artísticas, ganaba dinero como payaso en los hoteles.  Reunían lo suficiente y continuaban el viaje hasta el siguiente puerto.  Se quedaron una larga temporada en la región del Caribe, debido al clima cálido y a las buenas ganancias.

Al descubrir Babs que estaba embarazada, decidió quedarse en Nueva Zelandia hasta el nacimiento.  El 20 de setiembre de 1995 en Whangarei nació una niña rubia y de ojos azules, a quién bautizaron como Laura Dekker. La familia compró un stationcar para recorrer el país y conocer sus bellezas naturales, mientras la bebé Laura dormía plácidamente en una caja de cartón con mantas.  Les gustó mucho el país e intentaron quedarse para residir, pero tuvieron que  continuar viaje hacia las islas Fiji donde alquilaban el yate para ganar dinero. En Suva, capital de Fiji, luego de una disputa conyugal, Babs abandonó el yate con la niña.  La convivencia prolongada en un espacio reducido puede traer consigo tensiones.  Cuando se le pasó el enojo, al regresar al puerto se dio con la sorpresa de que su marido se había marchado en el yate rumbo a Australia.  Babs se regresó con la niña a Alemania donde su familia. Sin embargo luego de un tiempo empezó a extrañar a su pareja; en un mercado navideño hizo negocios y ganó lo suficiente para comprar los tickets de avión  hasta Brisbane, Australia, donde Dick la esperaba con un banderín:  “Bienvenidas a casa” .  La pareja se compuso y continuaron el viaje por mar,  pasearon por Melbourne y Sydney, visitando muchos zoológicos y parques de juegos. 

Las primeras palabras de Laura fueron "bye, bye" y "dinghy".  La niña hacía adiós a todos los ocupantes de los botes que veía y se quedaba extasiada contemplando hasta que se perdían en la inmensidad del océano.  No sentía miedo, al contrario, le encantaba y se sentía en el yate y en el mar como en casa, siempre sujeta a una cuerda de salvamento.  Los navegantes nunca se quedan mucho tiempo en tierra y los Dekker continuaron su periplo hacia Indonesia y el Estrecho de Malakka donde a la altura de Singapur se vieron envueltos en una cortina espesa de humo, causada por enormes incendios en Sumatra.  Salieron ilesos del apuro. Al tener dificultades financieras, la pareja decidió regresar a Holanda para llenar las arcas.  Dick consiguió empleo de inmediato y luego de un tiempo regresó a Malasia a recoger su bote, dándose con la sorpresa de que le habían robado sus equipos de navegación.  Si embargo, hablando con los ancianos de la isla, pudo con suerte recuperarlos todos.  Se embarcó y emprendió un viaje solitario hasta Holanda, topándose en el Mar Rojo con una tormenta de arena. 

A fines de junio nació en Alemania Kim, hermana menor de Laura.  Las dos niñas fueron registradas como ciudadanas holandesas.  Como el yate Diario era muy pequeño para albergar a toda la familia, lo vendieron y se fueron a vivir en una casa en la ciudad holandesa de Lelystad.  Allí Laura asistió al colegio durante tres años, siendo el único periodo que vivió en tierra.

La relación no marchó tan bien en la pareja Dekker, decidiendo seguir cada uno su camino; Kim se quedó con su madre.  Laura, de seis años, eligió quedarse con su padre, yéndose a vivir al bote que Dick estaba construyendo en Wijk van Duurstede.  El bote aún no estaba terminado pero era habitable. 
(la segunda parte está publicada el 6 de enero 2011)


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